CUALQUIER TARDE DE DICIEMBRE
Y los días corren como el viento de diciembre, frio, fuerte e imparable... y tan solo me queda espectar arraigada al suelo, inmóvil pese a su fuerza, pese a su dirección, esperando la brisa, la lluvia, un rayo de sol.
Antes todo parecía tan fugaz, tan etéreo, hoy todo pesa, todo cala, todo penetra hasta el alma; todo lleva tu aroma, la vibración de tu voz, todo me hunde en las memorias de lo que nunca existió, el sabor a incertidumbre es cada vez más
amargo.
Te sé lejos, pero me aferro a sentirte aquí, en un futuro incierto, imposible, que en mi mente es perpetuo, casi eterno.
A veces me gusta pensar que me piensas, me gusta imaginar que bailo al compás de tus notas en las tardes solas de tu habitación, que quizá existen restos de mí en tus melancolías, que quizá tu almohada te recuerde a mí, me gusta pensar que quizá muy en lo profundo de ti este yo.
Pero luego vuelvo y de forma cruel, sé que es tan solo la forma más viable de sobrevivir, aprendí a adaptarme a tu recuerdo.
Resiliencia, negación, tan solo son vías de salvación, de sentirme viva, de no estar perdida entre los reproches, los complejos y las discusiones de que algún día pudimos ser simplemente los dos.